EN UNAS POCAS LÍNEAS MISTERIO TODAS LAS EDADES TODOS

Inexplicable

El viento se movía con fuertes ráfagas que azotaban el suelo de la playa. Este se levantaba, formando grandes ondas que vagaban a sus anchas como si de un hombre se tratara. El mar se unía con la tierra de una forma delicada, tal y como si fueran un mismo ente. En medio de todo aquel descontrol estaba ella. Era un ser inexplicable, creado por la unión del agua y la fina arena de la playa. Carecía de extremidades inferiores, en vez de ellas un castillo de arena la encadenaba al suelo e impedía que se moviera. Unos débiles brazos adornaban su torso y sostenían una hermosa caracola que cantaba notas aparentemente aleatorias. Ojos entrecerrados con pestañas largas, cejas perfiladas y una naricilla que le daba un aspecto joven completaban su rostro y hacían que siempre mantuviera una expresión concentrada. A pesar de tener sobre la cabeza una torre que formaba parte del castillo inferior, lo que más llamaba la atención era la larga cabellera oscura que ondeaba tras ella cual capa y que se fundía con el viento. Era un ser hermoso que adornaba la playa alegrando la vista a visitantes y trabajadores. Era un ser único que aparecía en cualquier momento, sin ningún tipo de rutina. Era un ser mágico que brillaba con luz propia. Era un ser inexplicable que respiraba, que mantenía un ritmo cardíaco estable, pero que, sin embargo, no se movía. Ni siquiera abría los ojos.

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-¿Arte de magia?-

Era una tarde de diciembre en medio del océano Cantábrico. Las olas amenazaban a los barcos con una fuerza sobrenatural. Entre todo aquel entorno resaltaba un pequeño faro rojo como la sangre. En él, David, el farero, colocaba el combustible para que las luces brillaran durante toda la noche. Después de terminar se puso el pijama y se metió en la cama. Se arropó con las sábanas y se dispuso a dormir tranquilo. Pasaron dos horas y lo único que  se oía eran las grandes olas rompiendo en los acantilados. De repente, David escuchó un delicado canto. Las notas golpeaban más fuerte que el mar. El viejo farero se levantó al instante. Nunca había escuchado algo parecido. Cogió su bata azul cielo y salió al balcón a intentar vislumbrar de quien era esa majestuosa voz. Esperaba encontrar una radio encendida en algún barco o quizás no ver nada. Pero lo que vio le dejó desconcertado.  Era, con diferencia, lo más bello que había visto en la vida. Una muchacha bastante joven le observaba con mirada seductora. Su cabello pelirrojo se movía con delicadeza y caía graciosamente sobre sus delgados hombros. Llevaba también un vestido blanco como la nieve que no se mojaba con el mar. Sin pensárselo dos veces; David bajó las escaleras que le comunicaban con la playa de rocas para buscar su antigua barca. Estaba dispuesto a acercarse a aquella mujer. Cuando la barca tocó el agua, el farero se dio cuenta que no iba a sostener su peso pero la belleza de aquel ser extraordinario le pudo por completo. Las olas amenazaban por volcar la barca pero David era un gran marinero y no se dejaría vencer tan fácilmente. Notó como se iba acercando a la roca donde la mujer le miraba con aquellos ojos verdes esmeralda… dentro de un par de metros la podría tocar… podría acariciar su pelo… podría mirarle a los ojos… podría escuchar aquel canto que le tenía embelesado una y otra vez… cuanto más se acercaba, más cosquillas sentían sus orejas… ya estaba… solo dos remadas más y… David llegó a la roca. Hizo un nudo a la barca y se subió a aquel lugar donde la mujer estaba sentada. Le fue a tocar su perfilada cara pero… era más rugosa de lo que esperaba… Era más larguiducha de lo que esperaba… No era lo que él realmente esperaba. De pronto perdió el equilibrio. Notó como el agua le llenaba los pulmones. Pero no le importaba siempre y cuando estuviera con aquella mujer. Le cogió y los dos se hundieron en el inmenso mar. Días más tarde, la policía acudió a investigar la muerte del hombre. Resultó que unos marineros que por allí pescaban habían visto al farero acariciar unas algas y después arrancarlas de la roca donde vivían para hundirlas junto a él. Los policías no lograron encontrar el cadáver del hombre ni tampoco la barca. ¿Arte de magia? 

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-Una comida como otra cualquiera-

La lluvia caía fieramente tras la ventana. Los árboles se movían sin ton ni son. La luna no había decidido salir aquella noche donde la oscuridad reinaba orgullosa. Yo veía aquel panorama desde la pequeña ventana que tenía en mi habitación. También escuchaba como mi familia comía en la cocina. Escuchaba los cubiertos caer sobre el plato, las jarras echando agua y… los gritos de mis padres. No quería formar parte de aquello. Ya estaba harta de los insultos, las palabrotas, los papeles extraños, las palabras “no os preocupéis”, “no se lo digáis a papá” o “mamá no se puede enterar”… Todas las comidas eran iguales. Empezábamos todos contentos hablando y acabábamos cada uno en una punta de la casa por la culpa de nuestros padres. Tengo que reconocer que también tenía miedo. Miedo de que mi familia se separara. Y cuando eso ocurriera yo no quería estar ahí. De repente alguien llamó a mi puerta y abrió.

— ¡Hola! Ehm… ¿no pretendes comer nada? — Me preguntó mi hermana Lola.

— No.

— Bueno… como no has venido a comer… se me ha ocurrido traerte las sobras. — me puso delante una bandeja con arroz, pollo, puré de boniato y un vaso de agua.

— Gracias Lola, pero creo que no quiero nada. No me encuentro bien.

— ¿Tienes miedo?

— Si pero… — de repente se escucharon unos gritos que venían de la cocina. Vasos rotos, platos resquebrajados, la lámpara tambaleándose, un ruido fortísimo como de un portazo…  Mi madre estaba sola, en la entrada, entre lágrimas.

— Vuestro padre se ha ido — Ya nada volvió a ser lo mismo.

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-Terror en una calle de Madrid-

Las luces parpadean en una larga calle de Madrid. Ella camina. Paso tras paso. Muy lentamente. Cada segundo se da la vuelta. Nerviosa. Intenta vislumbrar algo en aquella oscuridad. No lo consigue. Continúa caminando. Va encorvada y cabizbaja. Su cuerpo tiembla ferozmente. Las estrellas ayudan a iluminar la calle. Sin embargo, ella sigue intranquila. Escucha ruidos extraños. Oye voces susurrando a su alrededor. Se gira… pero no hay nadie. Sigue andando. Sin rumbo fijo. De repente, siente un golpe en el hombro. Sin tiempo para reaccionar… todo se vuelve oscuro.

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-El ascensor-

Observé aquel edificio de colores ¿Por qué diablos Johnny había escogido aquel  lugar para dar el golpe? Bueno, iba a ser rápido. Solo tenía que ceñirme al plan.  Pasear por allí, comprarme la nueva colonia y coger un libro fingiendo que era  para el cumpleaños de una amiga. Sabíamos que la policía me seguía pero había  que hacerlo hoy. Fue fácil convencer a Johnny para que, esta vez, fuera él quien  actuara. Entré por las puertas de cristal y me dirigí a la perfumería. Estaba lleno  de gente, nadie se fijaba en mí. Perfecto. La dependienta actuaba de manera  sospechosa pero su cara no aparecía en ninguna de las fotos que me había  enseñado la policía. No era uno de ellos. Encontró la colonia en pocos minutos  y me la entregó en una pequeña bolsita. Me deslizaba como una serpiente entre  la gente. No tardé en llegar a la librería. Odiaba los libros pero fingí rebuscar  como una lectora interesada. Terminé cogiendo uno al azar. En cuanto llegara a  casa se lo regalaría a Johnny. Escuché una voz en mi oído: “Perdone señorita,  ¿Sabe dónde está la zona de tecnología?” No podía fiarme de nadie. Tenía que  evitar que me reconocieran. Salí corriendo. Corrí con todas mis fuerzas  alejándome de la gente. Llegué a los ascensores. Empecé a improvisar. Subiría  a la planta de arriba. Pulsé frenéticamente el botón. Cuando se abrieron las  puertas entré tan decidida que apenas me di cuenta de que había más personas  en aquella máquina de metal. Alguien me tocó el hombro. Era Johnny. Mi leal  cómplice, mi hermano mayor. Sonreía mientras me enseñaba disimuladamente  un fajo de billetes. Yo no sonreí. De repente los vi, me miraban. Eran el inspector  de policía y su compañero. ¿Qué hacían ellos allí? Ese no era el plan, si  intentaban atrapar a Johnny en el ascensor yo no podría escapar. Se descubriría  mi traición. Les observé con precaución. Parecían no haberse dado cuenta de  la presencia de Johnny. Solo me estaban siguiendo. Me miraron con confianza,  no como se mira a una ladrona, sino como se mira a una ciudadana arrepentida  dispuesta a colaborar. Estábamos todos hacinados en aquel minúsculo espacio.  Golpeé ligeramente a mi hermano intentando que le vieran. Johnny me miró con  enfado. Le ignoré. El ascensor traqueteaba. Me moví un poco para que los dos  policías pudieran identificarle. Sus miradas se cruzaron un instante pero no se  reconocieron. Qué torpes. Johnny se movió nervioso, quería acercarse a la  puerta para salir el primero. Los policías empezaron a gesticular. Por fin parecían  haberse dado cuenta de que aquel escurridizo ladrón al que llevaban años  intentando atrapar estaba a pocos centímetros de ellos. Me enseñaron unas  esposas. Asentí. El ascensor se detuvo. El inspector se preparó. Las puertas de  metal se empezaron a abrir y grité: “¡Corre Johnny! Le cogí el brazo y salimos  pitando del centro comercial. ¡Ja! Estaban locos si pensaban que iba a entregar  a mi única familia.

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-Tic Tac Tic Tac-

Tic tac, tic tac… Tenía que deshacerme de ese sonido… Tic tac, tic tac… No podía más… Tic tac, tic tac… Cogí aquel endemoniado objeto… Tic tac, tic tac… Podía meterlo en el armario… Tic tac, tic tac… Nada… Tic tac, tic tac… Igual en el horno… Tic tac, tic tac… Tenía que hacer aquel test y me quedaba sin tiempo… Tic tac, tic tac… Tres minutos para mandar el test… Tic tac, tic tac… Tenía que esconderlo cuanto antes…Tic tac, tic tac… en el horno, debajo del colchón, en la cama de perro, entre la estantería… Tic tac, tic tac… Que horror… Tic tac, tic tac… Gracias a aquel horrible reloj me había quedado sin entrar a la mejor universidad de la época.

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-Recuperando la Navidad- (noviembre 2021)

Aquella tarde, 25 de diciembre, Ariadna jugaba con unas muñecas nuevas en su cuarto. Esa mañana había encontrado montones de regalos bajo el árbol de Navidad: un mini piano, una Tablet, unas Barbies de la nueva colección, videojuegos, vestidos y disfraces nuevos…había de todo. A Ariadna le habían encantado los regalos, estaba tan contenta que nada más abrirlos se había encerrado en su cuarto a jugar con ellos. Había prohibido la entrada a sus padres y a su hermana mayor y no había salido ni siquiera cuando sus abuelos llegaron a casa. Ariadna sabía que todos la esperaban en el salón, impacientes para que les enseñara sus nuevos juguetes, para comer juntos, y pasar el día de Navidad en familia, pero ella, en ese momento, solo pensaba en jugar, jugar y jugar, sin que nadie la molestara. Cada vez que sus padres le pedían con dulzura que saliera ya de su cuarto, Ariadna gritaba enfadada que la dejaran un poco más. Así pasaron las horas, el día de Navidad estaba a punto de terminar. De repente, Ariadna escuchó un fuerte ruido en el salón. Pensó en salir, pero estaba justo montando un nuevo castillo para Barbie y Ken. Fuese lo que fuese aquel golpe, podía esperar. Entonces, escuchó las sirenas, los gritos, los lloros descontrolados; salió por fin de la habitación y vió a su madre tendida en el suelo… Los días en los que la madre de Ariadna estuvo ingresada fueron duros para la pequeña. Sentada junto a ella en el hospital, solo pensaba en que saliera pronto y pudieran por fin disfrutar juntas de la Navidad. Esos días de espera, se dio cuenta de que, desde hace unos años, al llegar esas fechas, solo pensaba en sí misma y en sus regalos. La madre de Ariadna volvió a casa a los pocos días, pero Ariadna nunca olvidó aquel 25 de diciembre en el que sintió, por primera vez, que el tiempo para disfrutar de sus seres queridos podría acabarse. En el que supo que lo que realmente quería era compartir su tiempo con ellos. Ahora, cada Navidad, Ariadna se centra en disfrutar cada minuto con ellos. Ayuda a sus padres a preparar una rica comida, escucha las historias de sus abuelos, juega y ríe con sus hermanos y disfruta de sus regalos, sí, pero en familia, porque … ¿Qué mejor momento para compartirlo todo que la Navidad?”

Ya llega la Navidad. Una de las fiestas favoritas de todo el mundo: estar con la familia, recibir regalos, comer dulces, estar de vacaciones, hacer cosas diferentes… pero parece que, cada año que pasa, nos olvidamos un poco más del verdadero sentido de la Navidad. La Navidad es una época de celebración, de alegría, de paz y amor; pero llega diciembre y cada año más anuncios, más fiestas y más ofertas que hacen que pensemos en estas fechas como una época para recibir regalos, comer, comprar, volver a comer y volver a comprar.  Y es que nos hemos vuelto muy egoístas y, como Ariadna, no encontramos el momento de parar y mirar a nuestro alrededor. Ver a las personas que nos esperan al otro lado de la puerta, deseando compartir su tiempo con nosotros. Personas que no estarán siempre, que, si alguna vez se van, no se podrán volver a comprar. Con todo lo que nos ofrecen anuncios y tiendas no encontramos el momento de disfrutar de nuestros seres queridos, de aprovechar estas fechas para, al menos una vez al año, parar de pensar en nosotros mismos y compartir nuestro tiempo con las personas que más queremos.

No sé vosotros qué pensáis, pero yo creo que este año deberíamos intentar recuperar la Navidad: dejar de mirar nuestros juguetes, salir del cuarto, ayudar a organizar una rica cena, reír, cantar villancicos, comer turrón y pasar una Felices Fiestas disfrutando de nuestras familias.

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-Una pizca de sal y… ¡TA-TA-TA-CHÁN! (octubre 2021)

Un poco de azúcar, una pizca de sal, medio kilo de harina, dos huevos, doscientos mililitros de leche… y ¡ta-ta-ta-chán!… ¡Un bizcocho! ¿Nunca habéis pensado que cocinar es como hacer magia? Yo sí. La cocina necesita orden, templanza, cariño, ilusión y quizás lo más importante, imaginación. La cocina es magia: mezclar ingredientes para crear sabores desconocidos, combinar formas y colores haciendo emplatados que parecen imposibles. La cocina es magia: es una actividad apasionante, complicada, misteriosa y con un sinfín de posibilidades que hacen que a lo largo de la historia haya sido, junto con la música, el centro de la cultura de todos los rincones del mundo.

Gran parte de nuestra vida gira en torno a la cocina y quizás es por eso por lo que me gusta tanto. Sin embargo, últimamente no parezco la única enamorada de la cocina. Desde hace ya unos años esta actividad ha pasado de ser una labor exclusiva de las amas de casa a ser un magnífico hobby que todo el mundo parece querer. Es por eso por lo que la cocina se ha convertido de repente en la clave principal de muchos programas de televisión, realities, clases y cursos, reuniones de amigos y conversaciones.

¿Y por qué de repente este boom culinario? Supongo que las razones son infinitas, pero yo os voy a dar tres por las que a mí la cocina me gusta tanto.

Para todos los gustos

La cocina ha dejado de ser una actividad solo para un grupo reducido de la población. Por ejemplo, según las estadísticas, el porcentaje de hombres menores de 30 años que sabe cocinar es casi igual que el de mujeres (en torno al 60%, frente al 70% de mujeres). Este porcentaje es solo del 30% si preguntamos a los mayores de 75 años. La cocina se ha convertido en una actividad para todos, que puede hacer desde un niño hasta un anciano, pasando por adolescentes y personas de mediana edad. Sean del género que sean, de la raza que sean y del país que sean. De esta manera, se ha convertido de repente en algo para hacer en grupo, para compartir en una tarde entre amigos, pasar un día en familia o divertirse en un cumpleaños. Parece que mientras que antes en las reuniones lo importante era comer, ahora lo importante es cocinar.  

En el confinamiento el mejor tratamiento.

Seguramente no sabíais que durante el confinamiento, la cocina se convirtió en uno de los hobbies favoritos tanto de jóvenes como de adultos. Por esto, no es extraño que tras los peores meses de pandemia Masterchef (uno de los talents culinarios más famosos de España) haya batido el récord de personas inscritas al casting… ¡¡¡¡70.000 personas!!!! La verdad es que en los tiempos del quédate en tu casa la cocina ha sido una especie de ventana abierta donde podías viajar a lugares remotos como La India o China tan solo probando un plato. Y es que, por muy pequeña que sea una casa siempre hay una cocina y en el confinamiento la única actividad que podíamos hacer para salir a la calle era bajar al supermercado. Eso hizo que nuestra imaginación se disparara y nos decidiéramos a empezar a cocinar o a probar nuevos platos (si ya lo hacíamos antes); nuevos platos originales y deliciosos. Desde esta ventana, cada día, podías mirar a un lugar completamente diferente. 

Comer mejor porque cada vez comemos peor

Vivimos un día a día agobiante y con prisas y eso hace que cada vez comamos peor. Entre semana, vamos corriendo a todos los sitios y a menudo las familias tiran de comida rápida o comidas precocinadas. Por eso cocinar sano los fines de semana se ha convertido en algo fundamental para equilibrar nuestra alimentación. También los comedores de los colegios intentan ayudar a las familias con prisas: controlan las calorías, equilibran los menús, incluyen fruta, verdura y legumbres entre los diferentes días de la semana para intentar que comamos de todo. Entre todos, nos esforzamos por buscar formas de cocinar con ingredientes más sanos y naturales, hacer comidas divertidas, que entren por los ojos. En definitiva, intentar hacer las cosas bien, cuando se tiene tiempo para ello, se ha convertido en una prioridad. 

Por todo esto me encanta cocinar, probar recetas nuevas una y otra vez. No necesitas ni los mejores ingredientes, ni la mejor vajilla ni tampoco ser el mejor chef. Lo único que te hace falta es tomarte un poco de tiempo para preparar tus platos, unos comensales con ganas de disfrutar (por supuesto, ¡también vales tú!) y una gran imaginación para crear un sinfín de platos diferentes ¿Qué? ¿A vosotros también os ha entrado hambre? Pues acabo ya para que podáis ir a poneros el delantal…

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-Nos gusta la Feria- (septiembre 2021)

El pasado 26 de septiembre se cerraron las puertas de la Feria del Libro de Madrid en su 81 edición. Situada en el parque de El Retiro, este año ha albergado alrededor de 320 casetas. Durante 16 días, más de 380.000 entusiasmados lectores visitaron la Feria para comprar libros, conocer a sus autores favoritos, descubrir nuevas editoriales, disfrutar de los magníficos pabellones o, simplemente, para pasearse por los alrededores y vivir el inigualable ambiente de este evento que cada año se supera a sí mismo, cada año intenta ser diferente, cada año nos descubre un sinfín de nuevos libros. 

Anulada en 2020 por culpa de la pandemia y aplazada de nuevo el pasado mes de junio, este septiembre los madrileños la hemos recibido con más ganas que nunca. Todos queríamos disfrutar de ella aunque eso supusiera tener que soportar largas colas ya fuera día de diario o fin de semana.

Y es que nos gusta la Feria del Libro. Nos ha gustado siempre. Desde que tengo uso de razón la he visitado año tras año. Cada edición, sin excepción, la he esperado con impaciencia, deseosa de volver a disfrutar una vez más de su ambiente, de los autores, las casetas, los editores, las firmas de libros, conferencias y eventos, y a pesar de intentar ir todos los años con ideas claras sobre qué comprar, la Feria siempre me ha sorprendido y cada edición he descubierto nuevos autores que me han encantado. Por eso me gusta la Feria.

Me gusta por eso y un millón de cosas más. Pero, sin duda, lo que más me gusta de ella es verme rodeada de gente que, como a mí, les encanta leer y escribir. Pasear entre los puestos y observar las caras de ilusión de los lectores tras horas de paseo y búsqueda al hacerse, x fin, con el libro elegido. 

También me gusta ver que, a pesar de que escuchamos una y otra vez que los libros en papel desaparecerán por la subida de ventas de los libros electrónicos, llega la Feria y se llena de un montón de personas enamoradas del papel que seguro que, como yo, también usan los dispositivos electrónicos, pero, ¿por qué una cosa tiene que hacer desaparecer a la otra? Al fin y al cabo, parecen q están aprendiendo a convivir y complementarse. Y así… contra toda expectativa… ¡Cada año sube el número de asistentes!

Es cierto que el libro electrónico nos facilita la lectura por muchas razones: por la facilidad de trasporte, porque donde solo cabe una novela en papel podemos tener un millón de archivos, porque los compras sin moverte de casa… En definitiva, porque es fácil y cómodo. Sin embargo, leer en papel sigue teniendo algo diferente: el olor a libro nuevo, subrayar con el lápiz tus frases favoritas, el suave movimiento de las hojas, tener que controlarte para no ojear el final y ver como acaba la historia, ¡hasta las esquinas dobladas sustituyendo al marcapáginas tienen su encanto!

Me gusta la Feria de Libro. Pero este año me ha gustado aún más. Por ejemplo, por la mayor libertad de movimiento que nos ha dado el control de aforo. En otras ediciones, era una misión casi imposible abrirte paso entre la gente a echar un ojo a los libros de ciertas casetas. Y a las editoriales más populares ¡No te podías ni acercar! Lo mismo pasaba con los puestos de comida, las cafeterías, los pabellones, las firmas de libros de los escritores más conocidos, …

En cambio, la tranquilidad con la que este año podías pasear, sentarte a tomar algo, ir y venir a una y otra caseta o hablar con libreros y autores ha sido, sin duda, un acierto.

Y es que también en la Feria, como en otros muchos lugares, la pandemia ha dejado su huella con cosas buenas y no tan buenas. Los botes de gel hidroalcohólico parecían acompañarte por donde fueras y el anuncio de firmas y eventos por megafonía se combinaba con el recordatorio continuo de las medidas sanitarias. 

Pese a todo, lo importante es ver que, un año más, a los madrileños nos encanta la Feria del Libro y apreciar que se haya podido por fin hacer esta edición pues, pocos días de empezar, muchos seguíamos sin estar seguros del todo.

Me gusta la Feria del libro. Pero sé que no todo el mundo es como yo. Hay mucha gente a la que no le gusta leer o que ha dejado de hacerlo por falta de tiempo. A todos ellos les recomendaría que lo intentasen al menos diez minutos cada día. Porque leer lo es todo. Es la forma más barata y sencilla de aprender, de conocer, de aventurarte en mundos maravillosos, de experimentar, de soñar, de volar y de disfrutar de todo lo imaginable sin tener que levantarte del sofá.

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-Cinco consejos- (agosto 2021)

Miro alrededor. Las chicas de la papelería están hasta arriba de trabajo. Cada dos por tres alguien sale de su tienda con una caja de lápices, unos cuadernos, una mochila o un nuevo estuche. La librería también está llena. Libros, libros y más libros llenando el escaparate. Parece que muchos niños se resisten a entrar en las tiendas de ropa donde padres y madres hacen cola para comprar de todo un poco. Como no me dé prisa me quedaré sin pantalones de chándal. Es el ambiente normal de los primeros días de septiembre. ¡Por fin empieza el cole! Mientras corro de una tienda a otra pienso en cómo voy a afrontar  este curso ¿Y por qué no compartirlo? Aquí os doy cinco consejos para hacer que esta vuelta al cole sea divertida, agradable y tranquila.

  1. Distracciones… ¡a la basura! Uno de los mayores problemas a la hora de empezar a estudiar o a hacer los deberes son las distracciones. Sí, sí, esa mosca que revolotea bajo tu oreja, esos niños jugando en el parque de al lado de tu casa, esos rotuladores nuevos que te piden a gritos que los estrenes… Por eso yo te recomiendo que al principio de este curso organices tu escritorio para evitar distraerte. Y te preguntarás ¿Y qué dejo en la mesa? Pues muy fácil. Tan solo lo estrictamente necesario: el libro, el cuaderno o archivador, el lápiz, la goma y el bolígrafo. Porque, es cierto lo que dicen, un entorno tranquilo y despejado te ayudará a estudiar y a ordenar la mente.
  2. ¡¡Las sonrisas son gratis!! ¿Nunca te han dicho eso tus padres? Seguro que sí. Y la verdad es que, reflexionando, he aprendido que tienen toda la razón del mundo. Tú pensarás que eso ahora no sirve de nada porque, claro, llevamos mascarillas. Pero los ojos reflejan tu expresión y si sonríes… ¡Se te notará en la mirada! Una sonrisa es como una mano que te ayuda en momentos difíciles, como aquel paraguas que te ofrecen cuando está cayendo un chaparrón. Una sonrisa dada de corazón puede dar ánimos a amigos, no tan amigos, profesores, abuelos, hermanos e incluso padres. Si entras sonriendo a tu clase crearás un buen entorno a tu alrededor. No sé si sacarás mejores notas  pero al menos harás un poquito más felices a los demás y, al final y al cabo, ¡¡ una sonrisita no cuesta nada!!
  3. Haz con los días malos como con el café: échales un poquito de azúcar. Los deberes se me olvidan, he perdido mi libro de Inglés, no consigo recordar nada antes del examen, mi mejor amiga se ha enfadado conmigo, se me ha explotado un boli… ¡¡Me pongo tan nerviosa cuando tengo un día malo!! Sí, los días malos nos ponen a todos de los nervios ¡Pero eso no justifica que se lo contagiemos a los demás! Cuando tengas un día malo acuérdate de esta receta: una gotita de humor, tres gramos de alegría, un litro de paciencia y una ligera pizca de risas. Esta no es una receta de caldero que hace que desaparezcan los días malos pero lo que sí consigue es que se transformen en días… un poquito mejores.
  4. Planificación desestresante ¡marchando! Suele ocurrir que haya momentos  en los que tengas tanto que estudiar que no te dé tiempo para el ocio. Hay varias soluciones para este problema aunque para mí la más efectiva son las planificaciones desestresantes. Cuando leáis esto supongo que vais a pensar dos cosas. Una: Menudo nombre que le pone Celia a sus métodos. En esto os doy la razón. Y la segunda: ¿En qué consisten exactamente las planificaciones desestresantes? Pues en básicamente hacer un horario para cada día. Se trata de establecer un tiempo para estudiar, parar un rato (15 minutos o algo así), quizá comer algo y retomar el estudio. Después de media hora, parar otro rato para jugar o dibujar y volver a los libros… de esa forma intercalas estudio con diversión ¡Ya verás como se te hace menos pesado!
  5. Y por último pero no menos importante… ¡disfruta todo lo que puedas con tus amigos! Por fin llegamos a la parte más importante de todo el artículo ¡¡disfrutar a tope!! Debes recordar divertirte con cada cosa que hagas, ya sea un simple ejercicio de Lengua o una excursión a unas tirolinas. Recuerda que los pequeños momentos son los más valiosos. Diviértete muchísimo con tus amigos: haciendo el loco, jugando, leyendo o, simplemente, disfrutando de su compañía. Si alguna vez te enfadas con ellos, recuerda lo mucho que los has echado de menos estos últimos meses y piensa que es normal enfadarse de vez en cuando. Significa que te importan y que tenéis un vínculo muy especial que os permite vivir todos esos alocados momentos juntos.

Espero que os sirvan mis consejos y que os ayuden, como a mí, a tener una vuelta al cole magnífica. Porque, aunque a veces nos cueste levantarnos de la cama o nos de pereza hacer los deberes, el colegio es donde aprendemos todo lo necesario para la vida y es, sencillamente, imprescindible.