-El ascensor-
Observé aquel edificio de colores ¿Por qué diablos Johnny había escogido aquel lugar para dar el golpe? Bueno, iba a ser rápido. Solo tenía que ceñirme al plan. Pasear por allí, comprarme la nueva colonia y coger un libro fingiendo que era para el cumpleaños de una amiga. Sabíamos que la policía me seguía pero había que hacerlo hoy. Fue fácil convencer a Johnny para que, esta vez, fuera él quien actuara. Entré por las puertas de cristal y me dirigí a la perfumería. Estaba lleno de gente, nadie se fijaba en mí. Perfecto. La dependienta actuaba de manera sospechosa pero su cara no aparecía en ninguna de las fotos que me había enseñado la policía. No era uno de ellos. Encontró la colonia en pocos minutos y me la entregó en una pequeña bolsita. Me deslizaba como una serpiente entre la gente. No tardé en llegar a la librería. Odiaba los libros pero fingí rebuscar como una lectora interesada. Terminé cogiendo uno al azar. En cuanto llegara a casa se lo regalaría a Johnny. Escuché una voz en mi oído: “Perdone señorita, ¿Sabe dónde está la zona de tecnología?” No podía fiarme de nadie. Tenía que evitar que me reconocieran. Salí corriendo. Corrí con todas mis fuerzas alejándome de la gente. Llegué a los ascensores. Empecé a improvisar. Subiría a la planta de arriba. Pulsé frenéticamente el botón. Cuando se abrieron las puertas entré tan decidida que apenas me di cuenta de que había más personas en aquella máquina de metal. Alguien me tocó el hombro. Era Johnny. Mi leal cómplice, mi hermano mayor. Sonreía mientras me enseñaba disimuladamente un fajo de billetes. Yo no sonreí. De repente los vi, me miraban. Eran el inspector de policía y su compañero. ¿Qué hacían ellos allí? Ese no era el plan, si intentaban atrapar a Johnny en el ascensor yo no podría escapar. Se descubriría mi traición. Les observé con precaución. Parecían no haberse dado cuenta de la presencia de Johnny. Solo me estaban siguiendo. Me miraron con confianza, no como se mira a una ladrona, sino como se mira a una ciudadana arrepentida dispuesta a colaborar. Estábamos todos hacinados en aquel minúsculo espacio. Golpeé ligeramente a mi hermano intentando que le vieran. Johnny me miró con enfado. Le ignoré. El ascensor traqueteaba. Me moví un poco para que los dos policías pudieran identificarle. Sus miradas se cruzaron un instante pero no se reconocieron. Qué torpes. Johnny se movió nervioso, quería acercarse a la puerta para salir el primero. Los policías empezaron a gesticular. Por fin parecían haberse dado cuenta de que aquel escurridizo ladrón al que llevaban años intentando atrapar estaba a pocos centímetros de ellos. Me enseñaron unas esposas. Asentí. El ascensor se detuvo. El inspector se preparó. Las puertas de metal se empezaron a abrir y grité: “¡Corre Johnny! Le cogí el brazo y salimos pitando del centro comercial. ¡Ja! Estaban locos si pensaban que iba a entregar a mi única familia.