EN UNAS POCAS LÍNEAS MISTERIO TODAS LAS EDADES TODOS

Inexplicable

El viento se movía con fuertes ráfagas que azotaban el suelo de la playa. Este se levantaba, formando grandes ondas que vagaban a sus anchas como si de un hombre se tratara. El mar se unía con la tierra de una forma delicada, tal y como si fueran un mismo ente. En medio de todo aquel descontrol estaba ella. Era un ser inexplicable, creado por la unión del agua y la fina arena de la playa. Carecía de extremidades inferiores, en vez de ellas un castillo de arena la encadenaba al suelo e impedía que se moviera. Unos débiles brazos adornaban su torso y sostenían una hermosa caracola que cantaba notas aparentemente aleatorias. Ojos entrecerrados con pestañas largas, cejas perfiladas y una naricilla que le daba un aspecto joven completaban su rostro y hacían que siempre mantuviera una expresión concentrada. A pesar de tener sobre la cabeza una torre que formaba parte del castillo inferior, lo que más llamaba la atención era la larga cabellera oscura que ondeaba tras ella cual capa y que se fundía con el viento. Era un ser hermoso que adornaba la playa alegrando la vista a visitantes y trabajadores. Era un ser único que aparecía en cualquier momento, sin ningún tipo de rutina. Era un ser mágico que brillaba con luz propia. Era un ser inexplicable que respiraba, que mantenía un ritmo cardíaco estable, pero que, sin embargo, no se movía. Ni siquiera abría los ojos.

+ 6 AÑOS EN UNAS POCAS LÍNEAS MISTERIO TODOS

-Terror en una calle de Madrid-

Las luces parpadean en una larga calle de Madrid. Ella camina. Paso tras paso. Muy lentamente. Cada segundo se da la vuelta. Nerviosa. Intenta vislumbrar algo en aquella oscuridad. No lo consigue. Continúa caminando. Va encorvada y cabizbaja. Su cuerpo tiembla ferozmente. Las estrellas ayudan a iluminar la calle. Sin embargo, ella sigue intranquila. Escucha ruidos extraños. Oye voces susurrando a su alrededor. Se gira… pero no hay nadie. Sigue andando. Sin rumbo fijo. De repente, siente un golpe en el hombro. Sin tiempo para reaccionar… todo se vuelve oscuro.

+ 6 AÑOS EN UNAS POCAS PÁGINAS MISTERIO TODOS

-El ascensor-

Observé aquel edificio de colores ¿Por qué diablos Johnny había escogido aquel  lugar para dar el golpe? Bueno, iba a ser rápido. Solo tenía que ceñirme al plan.  Pasear por allí, comprarme la nueva colonia y coger un libro fingiendo que era  para el cumpleaños de una amiga. Sabíamos que la policía me seguía pero había  que hacerlo hoy. Fue fácil convencer a Johnny para que, esta vez, fuera él quien  actuara. Entré por las puertas de cristal y me dirigí a la perfumería. Estaba lleno  de gente, nadie se fijaba en mí. Perfecto. La dependienta actuaba de manera  sospechosa pero su cara no aparecía en ninguna de las fotos que me había  enseñado la policía. No era uno de ellos. Encontró la colonia en pocos minutos  y me la entregó en una pequeña bolsita. Me deslizaba como una serpiente entre  la gente. No tardé en llegar a la librería. Odiaba los libros pero fingí rebuscar  como una lectora interesada. Terminé cogiendo uno al azar. En cuanto llegara a  casa se lo regalaría a Johnny. Escuché una voz en mi oído: “Perdone señorita,  ¿Sabe dónde está la zona de tecnología?” No podía fiarme de nadie. Tenía que  evitar que me reconocieran. Salí corriendo. Corrí con todas mis fuerzas  alejándome de la gente. Llegué a los ascensores. Empecé a improvisar. Subiría  a la planta de arriba. Pulsé frenéticamente el botón. Cuando se abrieron las  puertas entré tan decidida que apenas me di cuenta de que había más personas  en aquella máquina de metal. Alguien me tocó el hombro. Era Johnny. Mi leal  cómplice, mi hermano mayor. Sonreía mientras me enseñaba disimuladamente  un fajo de billetes. Yo no sonreí. De repente los vi, me miraban. Eran el inspector  de policía y su compañero. ¿Qué hacían ellos allí? Ese no era el plan, si  intentaban atrapar a Johnny en el ascensor yo no podría escapar. Se descubriría  mi traición. Les observé con precaución. Parecían no haberse dado cuenta de  la presencia de Johnny. Solo me estaban siguiendo. Me miraron con confianza,  no como se mira a una ladrona, sino como se mira a una ciudadana arrepentida  dispuesta a colaborar. Estábamos todos hacinados en aquel minúsculo espacio.  Golpeé ligeramente a mi hermano intentando que le vieran. Johnny me miró con  enfado. Le ignoré. El ascensor traqueteaba. Me moví un poco para que los dos  policías pudieran identificarle. Sus miradas se cruzaron un instante pero no se  reconocieron. Qué torpes. Johnny se movió nervioso, quería acercarse a la  puerta para salir el primero. Los policías empezaron a gesticular. Por fin parecían  haberse dado cuenta de que aquel escurridizo ladrón al que llevaban años  intentando atrapar estaba a pocos centímetros de ellos. Me enseñaron unas  esposas. Asentí. El ascensor se detuvo. El inspector se preparó. Las puertas de  metal se empezaron a abrir y grité: “¡Corre Johnny! Le cogí el brazo y salimos  pitando del centro comercial. ¡Ja! Estaban locos si pensaban que iba a entregar  a mi única familia.

EN UNAS POCAS LÍNEAS MISTERIO TODAS LAS EDADES TODOS

-La familia Buenazo-

El monótono sonido del silencio acechaba por las calles alrededor de la torre de Londres. Los alcohólicos yacían dormidos en los pubs y las luces de los locales parpadeaban. Era medianoche. De repente una figura  llamó la atención en el paisaje. No debía medir más de 1’10. La seguían otras tres. Dos muy altas llevando en brazos a un bebé. La familia Buenazo. Pero no os dejéis engañar pues eran todo menos buenos. Algo brillaba entre sus manos. Llevaban joyas pero no unas joyas cualquiera sino… ¡las joyas de La Corona! Se miraron y con un movimiento, tan sigilosamente como aparecieron, se marcharon.

+ 6 AÑOS EN UNAS POCAS LÍNEAS MISTERIO TODOS

-Una atracción para morirse, pero no se risa-

Candela miraba a todos lados; sin saber cómo, estaba en clase y todos sus compañeros se reían de ella. De repente, su profesor se convertía en un asqueroso monstruo que lanzaba fuegos artificiales por la boca provocando grandes incendios alrededor de ella, pero el fuego no llegaba a rozarla. Al mirar hacia abajo, gelatinosos bichos que derramaban sangre al andar  subían por su cuerpo creándole profundos agujeros. Cuando se iban, su piel volvía a la normalidad, pero eso sí, dejando sobre ella un rastro rojo. “Ojalá nunca hubiera abierto esa puerta”. Hablaba de la puerta de aquella estancia oscura que había contemplado tantas veces con ojos tentadores en aquel parque de atracciones, la puerta de ese pasaje al que su hermano le había desafiado a entrar; ahora ya no quedaba rastro ni de él ni del guía. Sus pies no la dejaban retroceder, solo andar y andar; pero  aquello no tenía fin. De repente, sonó algo parecido a una sirena. Su padre y dos policías venían a buscarla, mas la niña estaba paralizada, con una cara aterradora. En lugar de su fina sonrisa había ahora una mueca de terror, por ella asomaban grandes colmillos. Sus redondos ojos se habían convertido en otros muy diferentes: rasgados y verdes. Fue un error abrir esa puerta. Desde ese día, Candela María Olivares no volvió a ser la misma.