+ 6 AÑOS ARTÍCULOS DE OPINIÓN TODAS LAS EDADES TODOS

-Una buena-mala noticia -(junio 2021)

Es domingo por la mañana, el sol ya ha salido y alumbra con una luz veraniega. El aire huele a vacaciones y no hay ni una sola alma por la calle. Estoy sentada en el sillón, aún con el pijama puesto. El ordenador sobre mis piernas, como no, encendido. En una mano el ratón y en la otra mi taza favorita llena de leche bien fría. En la pantalla del portátil, una página de buenas noticias. Necesito algo sobre lo que escribir la columna. Muevo el ratón con insistencia, pero no logro encontrar nada que me resulte relevante. Mis ojos pasan por millones de titulares de diferentes colores: rosas, azules, verdes, morados, negros, marrones… Por fin algo llama mi atención. Título amarillo, letras grandes y una fotografía. ¡Puede ser lo que busco! Cliqueo para seguir leyendo: Las personas mayores que viven en España van a beneficiarse de una Estrategia Nacional para combatir el problema de la soledad en gente de más de 65 años. El Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030 empieza ya a trabajar con las Comunidades.                                                                                                                              

Qué buena noticia. Sí, sin duda es una gran noticia. Sin embargo, termino de leer el artículo  y no me siento del todo feliz.  Me paro a pensar: España, un país con más de 47 millones de habitantes de los que alrededor de dos millones viven en soledad sin quererlo ¿Y qué pasa con los otros 45 millones? ¿Acaso no nos damos cuenta? ¿No podríamos hacerles compañía? ¿No se supone que vivimos en una sociedad en la que estamos todos conectados? ¿Necesitamos que el Gobierno prepare un Estrategia Nacional para que los mayores no se sientan solos? ¿Es una buena noticia que tengan que actuar las instituciones porque nosotros no somos capaces?

Desde luego que no. No es una buena noticia que no nos demos cuenta de que algunos de nuestros mayores se encuentran solos. Es una mala noticia que nos enteremos por los periódicos de que hay 2 millones de personas que necesitan nuestra compañía. Es una mala noticia que no se nos ocurra nunca tocar el timbre de ese vecino que sabemos que vive solo para hablar con él y alegrarle un poco el día (o quizás, que nos lo alegre él a nosotros). Es una mala noticia que cuando algún mayor nos habla por la calle hagamos oídos sordos. Me parece una mala noticia que no seamos capaces de agradecerles todo lo que han hecho por nosotros. Todo lo que hemos aprendido de ellos.

Lo que sí sería una buena noticia es que nuestros mayores no se sintieran solos. Que aprendiéramos a escucharles. Que disfrutáramos aprendiendo de ellos. También sería una buena noticia que, sin esperar nada a cambio, les brindáramos una sonrisa, una palabra amable. Que les visitáramos frecuentemente. Sería una gran noticia que les invitáramos a pasar con nosotros algunos días de vacaciones. Sería una buena noticia que nadie tuviera que hablar de este tema. Que no necesitáramos una Estrategia Nacional para combatir la soledad sí que sería una magnífica noticia.

En definitiva, lo que sería de verdad una buena noticia es que yo no hubiera tenido que escribir este artículo.

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-Y Elena aprendió- (mayo 2021)

Elena escuchaba atentamente a su madre. La oía hablar sobre el escenario 2, las clases burbuja, el confinamiento… demasiadas preguntas le surcaban la cabeza: ¿Podré ver a mis amigas? ¿Podré ir al cole todos los días? ¿Aprenderé todo lo que necesito? ¿Será necesario estar siempre con mascarilla, o me la podré quitar? ¿Qué debo hacer para no coger el Covid? ¿Y para no contagiarlo? Estaba feliz por volver al cole pero, con tantas dudas, Elena también tenía miedo. Miedo de que les confinaran cada dos por tres, de que nada funcionase, de no poder acabar el curso, de que alguno de sus amigos tuviera Covid. Miedo de no poder hacer algunos exámenes, de no saber cómo actuar ante determinadas situaciones. Miedo incluso de cosas sencillas como no saber si podrían o no comer en el cole o tomar la merienda…Pero empezó el curso y, poco a poco, Elena fue aprendiendo a jugar en un pequeño cuadrado del patio, a respetar las distancias entre burbujas, a comer sin hablar con el compañero. Aprendió a llevar la mascarilla todo el tiempo, a respirar bien con ella, a no compartir material, a estudiar a través del ordenador… Elena aceptó no cambiar cromos en el patio, cargar los viernes con todos sus libros por si el lunes no podían volver y entrenar al baloncesto con un balón propio. Cambió el ir a la casa de sus amigas a dormir por dar con ellas un paseo por la montaña. Se acostumbró a preguntar cada semana qué restricciones tenían que seguir, a echarse gel hidroalcóholico veinte veces al día y a no culpar a la niña con Covid que les había obligado a guardar cuarentena y quedarse con las ganas de ir ese cumpleaños tan esperado. La emoción infinita de al fin celebrar su comunión aunque fuera solo con ocho amigas parecía no llegar, pero no se desesperaba por ello; al contrario, había aprendido a buscar siempre una solución. Elena aprendió a convivir con la pandemia, a sufrir, a recordar y a amar lo que antes teníamos. Apenas queda un mes de clase y todos los niños, como Elena, hemos aprendido esto y más. Y al contrario de lo que pensaba la mayoría, hemos conseguido acabar el curso. Ha sido un año diferente; con risas, tristezas, altibajos, confinamientos, buenas noticias y también malas, pero eso  ha hecho que seamos más fuertes y podamos caminar ahora con la cabeza bien alta y mucho orgullo. ¡¡Si hasta la Comunidad de Madrid nos ha dado una medalla!! A pesar de todo, creo que esto ha sido la experiencia de vida más difícil y a la vez valiosa que nos ha podido tocar, y que todos los niños que, como Elena, hemos vivido este curso 2020-2021 estaremos a partir de ahora preparados para todo lo que nos suceda. No digo que haya sido un año bueno, ya que ha habido muchas pérdidas queridas, demasiadas familias que han sufrido más de lo que les tocaba y que siguen sufriendo. Pero sí creo que esta pandemia nos ha hecho más positivos, menos egoístas y más valientes.

+ 6 AÑOS ARTÍCULOS DE OPINIÓN TODAS LAS EDADES

-Perdona, no te oigo- (marzo 2021)

mamá ¿me estás escuchando? — una niña mira a su madre que teclea con énfasis en el móvil. Insiste, pero suena una sirena. Las obras en el piso de arriba, un audio en el WhatsApp, los gritos de sus hermanos desde la otra punta de la casa… prueba con su padre, pero está intentando sacar alguna conclusión del debate político que aturde en televisión. Frustrada, coge unas ceras y se va a su cuarto. Demasiado ruido. Nos quejamos continuamente de que los demás no nos comprenden, intentando convencerles de que tenemos razón, de que nos escuchen, de que piensen como nosotros, pero no lo conseguimos. Hay demasiado ruido. El ruido de los políticos que hablan sin escucharse delante de miles de cámaras de televisión, el ruido de la prisa de los que nos rodean, el ruido de la publicidad que nos chilla para comprar baratijas innecesarias, el ruido de la incomprensión en las peleas donde ya se ha olvidado por qué se está discutiendo. Intentamos organizarnos para llegar a todo, pero lo hacemos con tanta prisa que, al final, solo provocamos más ruido; queremos frenar una discusión entre amigos pero lo hacemos juzgando e imponiendo nuestra opinión y, al final, provocamos más ruido; nos empeñamos en mostrar a nuestros profesores que tenemos razón en un ejercicio pero de tan malas maneras que, al final, solo provocamos más ruido. Nos encanta conversar con otras personas sin darnos cuenta de que ellas quieren hablar también, y, al final, solo hacemos más ruido. Queremos disfrutar de la naturaleza, pero nos subimos a la sierra con Los 40 a todo meter, el coche, el móvil, la neverita, el carrito del niño…y, al final, solo hacemos mucho más ruido. Todos centrados en nuestras cosas y, si cada uno va a lo suyo, el ruido no se va, por mucho que lo intentemos. Y si el ruido no se va, no oiremos cuando nos hablamos pero tampoco cuando nos piden ayuda, ni cuando intentan ayudarnos. No oiremos al necesitado, ni los consejos de nuestros mayores. No oiremos al planeta que nos pide a gritos que dejemos de contaminar, la alegría de los niños, el cansancio de los sanitarios, la tristeza del que se encuentra solo… ¡¿Cómo puede ser que gritando más y más fuerte cada vez nos oigamos menos?! Ya lo dice la canción: mucho mucho ruido, tanto tanto ruido, tanto ruido que al final… no me oigo ni yo. Y es que con todo este ruido es imposible pensar con claridad, fijarnos en lo que nos rodea y actuar correctamente. Quizá en lugar de gritar, podríamos pensar en cómo eliminar algo de ruido de nuestras vidas. ¿Seríamos capaces de pararnos a escuchar, intentar entender, empatizar con los demás, pensar antes de gritar…? Confío en que sí.

+ 6 AÑOS EN UNAS POCAS LÍNEAS TODOS

-No esperes que esto sea un momento de película-

Un momento de tensión inundó el salón. Más de 50 sugus rodaban por el suelo. Nuestras miradas se cruzaron. Y de repente, escuché: ‘Pareces una farola. Tan inflexible como siempre, Isabella.’ Me contuve para no pegarle un puñetazo. ‘Ah, y por cierto, estás guapísima con esos trapos viejos. Creo que se pasaron de moda en el 32.’ Me miré los pantalones campana y al levantar la vista descubrí que la puerta se cerraba en mis narices. Lloré. No tuve más remedio. Me derrumbé en el sofá y cogí del suelo un sugus de piña. El rímel corría por mis mejillas. No podía pensar con claridad y los recuerdos bonitos no me invadían la cabeza como en las películas. Quizá no teníamos. Mi cara se llenó de nuevo de lágrimas.

+ 6 AÑOS EN UNAS POCAS LÍNEAS TODOS

-Una mente en blanco-

“El Mercadona estaba repleto” pensó José al salir. Estaba cansado. Rubí, su travieso buldog,  no parecía querer andar. “Maldito perro” pensó  mientras daba otro tirón. Cogió su Smartphone sin darse cuenta que cruzaba un paso de cebra. De repente un coche le rozó, y lo siguiente que vio fue a su perro aplastado en la carretera. Los ojos se le entrecerraron. Intentó ir a recoger a Rubí, aunque fuera intentar dar un paso pero sus músculos no respondían. Las lágrimas le resbalaban por la camisa y no podía contenerlas. Quería hacerlo pero no podía. Como si de una película se tratara: un coche pitó, una anciana alarmada gritó, el guardia se paró. Las imágenes le invadían muy lentamente. Cuando un niño le posó a Rubí en sus brazos la mente se le quedó en blanco.

+ 6 AÑOS EN UNAS POCAS LÍNEAS MISTERIO TODOS

-Una atracción para morirse, pero no se risa-

Candela miraba a todos lados; sin saber cómo, estaba en clase y todos sus compañeros se reían de ella. De repente, su profesor se convertía en un asqueroso monstruo que lanzaba fuegos artificiales por la boca provocando grandes incendios alrededor de ella, pero el fuego no llegaba a rozarla. Al mirar hacia abajo, gelatinosos bichos que derramaban sangre al andar  subían por su cuerpo creándole profundos agujeros. Cuando se iban, su piel volvía a la normalidad, pero eso sí, dejando sobre ella un rastro rojo. “Ojalá nunca hubiera abierto esa puerta”. Hablaba de la puerta de aquella estancia oscura que había contemplado tantas veces con ojos tentadores en aquel parque de atracciones, la puerta de ese pasaje al que su hermano le había desafiado a entrar; ahora ya no quedaba rastro ni de él ni del guía. Sus pies no la dejaban retroceder, solo andar y andar; pero  aquello no tenía fin. De repente, sonó algo parecido a una sirena. Su padre y dos policías venían a buscarla, mas la niña estaba paralizada, con una cara aterradora. En lugar de su fina sonrisa había ahora una mueca de terror, por ella asomaban grandes colmillos. Sus redondos ojos se habían convertido en otros muy diferentes: rasgados y verdes. Fue un error abrir esa puerta. Desde ese día, Candela María Olivares no volvió a ser la misma.