PARA LOS MÁS PEQUEÑOS POESÍAS TODOS

-Crêpes sin nada-

Hace un día despejado,
brilla el sol y no hay nubes
pero yo, ¡lo veo lúgubre!
 
Cierro la puerta, las ventanas,
las cortinas, las persianas,
me siento en la cama
hoy estoy enfadada.
 
Aparece una rubia de pelo graso
cruzando el salón a grandes pasos
con su camisón rosa
y su muñeca espantosa.
 
Es Mara, mi hermana,
la más malvada y malcriada.
 
-Queridos papis,
os he hecho crêpes gratis.
Para mamá con limón,
para papá con jamón
para mí con nata
y para Carla … sin nada.
 
-¡Papá, dile algo ya!
¡Que me ha dejado sin desayunar!
 
-Mara ha sido muy amable
por prepararnos este desayuno
tan agradable.
Tómate el crêpe tal cual
y evitarás engordar.
 
¿No os parece que mi hermana
Es irritante, mala y pesada?
Es amable cuando están ellos
y cuando estoy  sola,
me tira del pelo. 
Es lo peor, ser la hermana mayor,
los hermanos pequeños, son un tostón.
 
-¡¿Quién ha roto la tableta?!
¡Carla, ven aquí, pequeña!
 
Oh, no, ayer la rompí yo
con mis amigos del golf.
Pero antes de que pueda hablar
¡Mara ha ido sin dudar!
Seguro que se va a chivar…
 
-Mami, la rompí yo ayer,
con mis amigas de ajedrez.
-¡Mara, ya estoy harta!
Mañana te quedas sin tarta.
 
Han castigado a mi hermana
sin que haya hecho nada
¡estoy alucinada!
La verdad es que…
en el fondo de mi corazón,
¡la quiero un montón!

+ 6 AÑOS EN UNAS POCAS LÍNEAS MISTERIO TODOS

-Una atracción para morirse, pero no se risa-

Candela miraba a todos lados; sin saber cómo, estaba en clase y todos sus compañeros se reían de ella. De repente, su profesor se convertía en un asqueroso monstruo que lanzaba fuegos artificiales por la boca provocando grandes incendios alrededor de ella, pero el fuego no llegaba a rozarla. Al mirar hacia abajo, gelatinosos bichos que derramaban sangre al andar  subían por su cuerpo creándole profundos agujeros. Cuando se iban, su piel volvía a la normalidad, pero eso sí, dejando sobre ella un rastro rojo. “Ojalá nunca hubiera abierto esa puerta”. Hablaba de la puerta de aquella estancia oscura que había contemplado tantas veces con ojos tentadores en aquel parque de atracciones, la puerta de ese pasaje al que su hermano le había desafiado a entrar; ahora ya no quedaba rastro ni de él ni del guía. Sus pies no la dejaban retroceder, solo andar y andar; pero  aquello no tenía fin. De repente, sonó algo parecido a una sirena. Su padre y dos policías venían a buscarla, mas la niña estaba paralizada, con una cara aterradora. En lugar de su fina sonrisa había ahora una mueca de terror, por ella asomaban grandes colmillos. Sus redondos ojos se habían convertido en otros muy diferentes: rasgados y verdes. Fue un error abrir esa puerta. Desde ese día, Candela María Olivares no volvió a ser la misma.